Manuel Ríos San Martín

guionista / director cine-tv / productor ejecutivo

Manuel Ríos San Martín

guionista / director cine-tv / productor ejecutivo

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  • Termina el rodaje de La Huella del Mal

    Termina el rodaje de La Huella del Mal

    El lunes 19 de agosto dio comienzo el rodaje de LA HUELLA DEL MAL en el mágico entorno del Yacimiento Arqueológico de la Sierra de Atapuerca que, por vez primera en la historia, permitió que se rodara una película en sus localizaciones.

  • LA HUELLA DEL MAL: COMIENZA EL RODAJE

    LA HUELLA DEL MAL: COMIENZA EL RODAJE

    Manuel Ríos San Martín rueda en Atapuerca la adaptación cinematográfica de su novela
  • Comienza la cuenta atrás

    El equipo de LA HUELLA DEL MAL se reúne, por vez primera, para la lectura de guión

  • La huella del mal al cine

    La huella del mal al cine

     

    La novela “La huella del mal“, de Manuel Ríos San Martín, será adaptada al cine con producción de La Charito Films (“La estrella azul”) y con dirección del propio autor.

NO ESCRIBAS TODO LO QUE SABES

NO ESCRIBAS TODO LO QUE SABES

Una página en blanco. Una idea. Internet. ¿Estas tres patas son suficientes para empezar una novela? Sí y no. Aquí te lo explicamos Jose María Bermúdez de Castro y Manuel Ríos San Martín.

CÓMO DOCUMENTAR UNA NOVELA

La huella del mal (Ed. Planeta) es un thriller ambientado en la actualidad en el entorno de las excavaciones de Atapuerca. En redes sociales y en reseñas de blogs hay muchos comentarios de los lectores que señalan que la documentación está muy bien encajada en el argumento. Supongamos que tienen razón y es así. ¿Cómo lo hemos conseguido?
 
Mi interés por Atapuerca surgió en el año 99 en el que se realizó en Madrid la primera gran exposición sobre los yacimientos de Burgos. En esa época, yo estaba dirigiendo la serie Compañeros y decidimos traer a Juan Luis Arsuaga al colegio Azcona para protagonizar una trama junto a los niños pequeños que tratase de la historia de los primeros homínidos que habitaron la Tierra. A partir de ese momento, me leí todo lo que se publicaba sobre las excavaciones, en especial, lo editado por parte de los tres directores: José María Bermúdez de Castro, Juan Luis Arsuaga y Eudald Carbonell. Empecé a plantearme que se debería hacer algo ambientado en ese entorno, que los americanos, si tuvieran ese tesoro arqueológico, lo harían. Y los alemanes, los ingleses, los franceses… Pero no fue hasta el año 2012 en el que la casualidad me llevó a que, en una visita al Centro de Arqueología Experimental de Atapuerca, uno de mis hijos se acercase a la reproducción del enterramiento neandertal que ahí tienen, y fuera a tocar el muñeco que está tendido, entre ofrendas, en el suelo. En ese momento pensé que qué pasaría si, en una visita escolar, uno de los chavales, haciendo el tonto, tocase dicho muñeco y resultase ser una chica muerta escasas horas antes. Tenía un buen detonante.
 
ManuelRiosSanMartin Atapuerca
 
La idea entusiasmó a Raquel Gisbert, responsable de ficción de Planeta. Ella también creía que Atapuerca tenía una novela. Empecé a leer todavía más sobre prehistoria y homínidos, Raquel me pasaba libros, releía a Arsuaga, estudié el fenómeno Sapiens, como no… Pero llegó un punto en el que ya estaba escribiendo y empezaba a manejar un exceso de datos. Eso ocurre en muchas novelas en las que el autor ha leído tanto que se ve obligado a meterlo todo. Entonces, sucedió algo crucial que cambió mi manera de plantearme el desarrollo de la documentación: visitamos Atapuerca y conocí a uno de los codirectores: José María Bermúdez de Castro.
 
El almuerzo al que había sido invitado resultaba intrigante. Lo organizaba una editora del grupo Planeta y querían presentarme a un escritor. Me pareció una idea interesante. El escritor resultó ser Manuel Ríos San Martin, que parecía fascinado con todo lo que se relacionaba con los yacimientos de la sierra de Atapuerca. La conversación, primero muy formal, llegó al punto de tratar aspectos filosóficos sobre la prehistoria, la evolución y muchas cosas más. La propuesta llegó a los postres. Necesitaban a una persona para asesorar una novela de Manuel Ríos, cuyos escenarios principales estaban relacionados con los yacimientos. Quedamos en que el propio Manuel me pasaría una lista provisional de preguntas para ilustrar determinados aspectos de la novela. Si las preguntas eran sencillas, la asesoría podría recaer en alguna persona del proyecto Atapuerca. Pero algunas de las preguntas resultaron ser complejas, de una gran profundidad. Requerían una reflexión concienzuda sobre evolución humana y cuanto se relacionaba con la prehistoria. No faltaban aspectos filosóficos. Acepté el reto, sin saber cuál sería el resultado. (José María Bermúdez de Castro).
 
Desde ese día, la documentación fue surgiendo de manera orgánica, en paralelo con la escritura. Si la novela arrancaba con la explicación del primer asesinato de la historia entre humanos (y hallado en Atapuerca), yo hablaba con José María sobre lo que se sabía sobre ese tema para intentar ser muy preciso en lo que narrase, pero, a la vez, para permitirme que mi imaginación volase como no podría hacerlo un texto científico. Mis preguntas no eran tanto cómo habían ocurrido los acontecimientos, sino si pudieron suceder como yo lo estaba contando. Las soluciones literarias pueden ser más libres. Basta con que sean verosímiles y científicamente posibles. José María entendió enseguida el reto.

Empezamos a intercambiar cientos de emails y conversaciones sobre los temas más variados: canibalismo, caza comunal, ¿qué nos hace humanos?, dimorfismo sexual, enterramientos simbólicos, cuevas, aparición de la religión, diferencias entre neandertales y sapiens… Unas veces José María me remitía a su blog (Reflexiones de un primate) porque era un tema del que ya había escrito, pero muchas otras me buscaba artículos de otros autores o me pedía tiempo para, él mismo, reflexionar sobre la cuestión que yo le planteaba. Pasaban unos días y me enviaba lo que había estado pensando. Y todo eso yo lo iba colocando en el argumento, muchas veces en conversaciones entre el director de la excavación y los investigadores, y otras en escenas de diferentes personajes, como en un momento de seducción entre dos amantes en el que me venía bien que hablasen sobre cómo era el sexo en la prehistoria, o el papel de la mujer. La trama necesitaba esa conversación con el nivel científico suficiente para ser divulgativo, pero sin detener la narración ni hacer pesada la lectura.

Durante varios meses tuve una relación epistolar muy interesante con Manuel Ríos. Algunas preguntas eran sencillas. Otras requerían algo de investigación, mientras que las más complejas invitaban a la reflexión. Al cabo de varios meses la novela llegó a su fin y puede leer el primer manuscrito en su integridad. La lectura me fascinó y no pude dejar de leer hasta la última página. (José María Bermúdez de Castro).

ManuelRiosSanMArtin JoseMariaBermudez

El rigor de José María fue siempre apabullante. Recuerdo que un día le pregunté por un árbol que está en la entrada del cementerio de Ibeas de Juarros, y le mandé una foto para que lo identificara. José María es, además de paleontólogo, biólogo, y yo soy un desastre para identificar las diferentes especies vegetales. Pero, en esta ocasión, no me contestaba. Yo pensaba… un árbol, no puede ser tan difícil. Pasaron 10 días y al final me dijo que se trataba de un castaño. No volví a pensar en ese tema hasta que un día me presentaron, en una fiesta, a una amiga de José María. Al darse cuenta de que yo era el autor de La huella del mal me contó lo que había sucedido: ella, por casualidad, había estado de visita un fin de semana en Burgos y José María le cambió los planes porque, según le comentó, tenía que ir a ver qué árbol estaba en la entrada del cementerio de Ibeas de Juarros, que le habían mandado una fotografía preguntándoselo, y que no se veía lo suficientemente bien. Ese es el nivel de precisión.

—¿De qué tenemos que hablar?
—Vamos a esa sombra —propuso con amabilidad la inspectora mientras señalaba un castaño próximo a la vereda. Julia la siguió en silencio, todavía con desconfianza.
A la sombra del árbol no hacía tanto calor.
(Fragmento de La huella del mal)

Ahora han pasado seis meses del lanzamiento, y Planeta ha editado la tercera edición de cara a navidad. Queríamos que fuese especial, con un libro de regalo, pero que tuviese sentido con la historia que narra La huella del mal por lo que se nos ocurrió hacer un guiño al lector: ese libro, que trataría sobre la evolución de los homínidos desde hace 7 millones de años hasta el éxito evolutivo definitivo del sapiens, sería la supuesta conferencia que, en la novela, imparte el director de Atapuerca y que juega un papel importante en la resolución de la trama: Los príncipes de la prehistoria. Aunque el ejemplar veréis que está firmado por Samuel Henares, el director de la excavación en la ficción, en realidad ha sido escrito, y ahora desvelamos el secreto, por el propio José María Bermúdez de Castro.

Pasados varias semanas de la presentación de la novela, la editorial me propuso escribir la conferencia que el director de la excavación había pronunciado en algún momento en el Concejo de Piloña, muy cerca del yacimiento de El Sidrón. Puesto que conocía la novela a fondo, no solo por el asesoramiento sino por dos lecturas completas, acepté de nuevo el reto de escribir. El texto tenía que estar a la altura de la novela. No sé si lo conseguí, pero el relato fue paralelo a las conversaciones que tuvo el director de la excavación, Samuel Henares, con uno de los protagonistas. Del resultado, opinarán las lectoras y los lectores del libro. (José María Bermúdez de Castro).

 

Este guiño cierra el círculo en el que hemos mezclado ficción y realidad, ciencia e imaginación.


Espero que lo disfrutéis junto a La huella del mal.

LaHuellaDelMal 3ed

 

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