NO ESCRIBAS TODO LO QUE SABES
CÓMO DOCUMENTAR UNA NOVELA
Empezamos a intercambiar cientos de emails y conversaciones sobre los temas más variados: canibalismo, caza comunal, ¿qué nos hace humanos?, dimorfismo sexual, enterramientos simbólicos, cuevas, aparición de la religión, diferencias entre neandertales y sapiens… Unas veces José María me remitía a su blog (Reflexiones de un primate) porque era un tema del que ya había escrito, pero muchas otras me buscaba artículos de otros autores o me pedía tiempo para, él mismo, reflexionar sobre la cuestión que yo le planteaba. Pasaban unos días y me enviaba lo que había estado pensando. Y todo eso yo lo iba colocando en el argumento, muchas veces en conversaciones entre el director de la excavación y los investigadores, y otras en escenas de diferentes personajes, como en un momento de seducción entre dos amantes en el que me venía bien que hablasen sobre cómo era el sexo en la prehistoria, o el papel de la mujer. La trama necesitaba esa conversación con el nivel científico suficiente para ser divulgativo, pero sin detener la narración ni hacer pesada la lectura.
Durante varios meses tuve una relación epistolar muy interesante con Manuel Ríos. Algunas preguntas eran sencillas. Otras requerían algo de investigación, mientras que las más complejas invitaban a la reflexión. Al cabo de varios meses la novela llegó a su fin y puede leer el primer manuscrito en su integridad. La lectura me fascinó y no pude dejar de leer hasta la última página. (José María Bermúdez de Castro).
El rigor de José María fue siempre apabullante. Recuerdo que un día le pregunté por un árbol que está en la entrada del cementerio de Ibeas de Juarros, y le mandé una foto para que lo identificara. José María es, además de paleontólogo, biólogo, y yo soy un desastre para identificar las diferentes especies vegetales. Pero, en esta ocasión, no me contestaba. Yo pensaba… un árbol, no puede ser tan difícil. Pasaron 10 días y al final me dijo que se trataba de un castaño. No volví a pensar en ese tema hasta que un día me presentaron, en una fiesta, a una amiga de José María. Al darse cuenta de que yo era el autor de La huella del mal me contó lo que había sucedido: ella, por casualidad, había estado de visita un fin de semana en Burgos y José María le cambió los planes porque, según le comentó, tenía que ir a ver qué árbol estaba en la entrada del cementerio de Ibeas de Juarros, que le habían mandado una fotografía preguntándoselo, y que no se veía lo suficientemente bien. Ese es el nivel de precisión.
—¿De qué tenemos que hablar?
—Vamos a esa sombra —propuso con amabilidad la inspectora mientras señalaba un castaño próximo a la vereda. Julia la siguió en silencio, todavía con desconfianza.
A la sombra del árbol no hacía tanto calor.
(Fragmento de La huella del mal)
Ahora han pasado seis meses del lanzamiento, y Planeta ha editado la tercera edición de cara a navidad. Queríamos que fuese especial, con un libro de regalo, pero que tuviese sentido con la historia que narra La huella del mal por lo que se nos ocurrió hacer un guiño al lector: ese libro, que trataría sobre la evolución de los homínidos desde hace 7 millones de años hasta el éxito evolutivo definitivo del sapiens, sería la supuesta conferencia que, en la novela, imparte el director de Atapuerca y que juega un papel importante en la resolución de la trama: Los príncipes de la prehistoria. Aunque el ejemplar veréis que está firmado por Samuel Henares, el director de la excavación en la ficción, en realidad ha sido escrito, y ahora desvelamos el secreto, por el propio José María Bermúdez de Castro.
Pasados varias semanas de la presentación de la novela, la editorial me propuso escribir la conferencia que el director de la excavación había pronunciado en algún momento en el Concejo de Piloña, muy cerca del yacimiento de El Sidrón. Puesto que conocía la novela a fondo, no solo por el asesoramiento sino por dos lecturas completas, acepté de nuevo el reto de escribir. El texto tenía que estar a la altura de la novela. No sé si lo conseguí, pero el relato fue paralelo a las conversaciones que tuvo el director de la excavación, Samuel Henares, con uno de los protagonistas. Del resultado, opinarán las lectoras y los lectores del libro. (José María Bermúdez de Castro).
Este guiño cierra el círculo en el que hemos mezclado ficción y realidad, ciencia e imaginación.
Espero que lo disfrutéis junto a La huella del mal.